En el mundo de hoy, aprendemos rápidamente que es nuestro deber proteger a nuestros niños y que si lloran, debemos hacer algo inmediatamente para hacerlos sonreír o por lo menos que dejen de llorar. El llanto de un niño puede ser visto como una señal de que estamos haciendo algo incorrecto, algo indebido o “malo”.
Esto se debe, en gran parte, a las emociones que están asociadas al llanto. Para muchos es sinónimo de tortura y/o maltrato y para otros de que no estamos haciendo las cosas bien. En otras palabras, no somos “La Niñera Perfecta”, esa que sabe anticipar todas y cada una de las necesidades de los niños bajo su cuidado y por eso son felices 24/7.
Con base en mi experiencia personal y más de 8 años en el campo de cuidado de niños, puedo decir con certeza que ninguna de estas percepciones es correcta. Primero, no existe alguien perfecto. Segundo, todos los niños lloran. Tercero, los niños lloraran con o sin causa y por cualquier motivo.
Si todos aprendiéramos desde bebés a aceptar nuestras emociones, a brindarnos paz y tranquilidad en momentos de rabia, angustia, etc., ¿No sería éste un mundo mejor?
Luego de los 6 meses, los bebés han desarrollado su cerebro de tal manera, que pueden diferenciar entre sus necesidades y sus deseos. En otras palabras, puede llorar porque tiene hambre, sueño, etc., o porque quiere compañía, algún juguete, etc. Por eso es importante que dediquemos tiempo a observar a nuestros niños, para conocerlos mejor y saber identificar sus señales. No intente predecir todas sus necesidades, déjelos comunicarse con usted.
A los niños, desde bebés, hay que permitirles explorar por su cuenta en un ambiente controlado y seguro, para así evitar rescatarlos. Hay que brindarles oportunidades de expresar sus necesidades y deseos. Hay que ayudarlos a navegar sus emociones sin reprimirlas.
Si todos aprendiéramos desde bebés a aceptar nuestras emociones, a brindarnos paz y tranquilidad en momentos de rabia, angustia, etc., ¿No sería éste un mundo mejor?
Para conocer mejor a su bebé, empiece por conocer su temperamento: sus niveles de actividad, sus funciones fisiológicas, su acercamiento o retirada de nuevas experiencias, su adaptabilidad, su carácter/estado de ánimo, la intensidad de sus reacciones, su sensibilidad/reactividad, distracción y persistencia. A través de muchos estudios científicos, se ha podido demostrar que hay una gran correlación entre el temperamento su bebé y su rendimiento académico, social y personal. Usted puede encontrar test de Escalas del Temperamento de su bebé en la web.
Una vez que usted haya determinado el temperamento de su bebé, tendrá más herramientas que le ayudarán a escoger actividades que mejor se ajusten él o ella y también que desarrollen las habilidades cognitivas, emocionales, del lenguaje, entre otras. Magda Gerber, quien fue educadora de la primera infancia, y creadora de la Filosofía RIE, nos aconseja crear oportunidades para el juego ininterrumpido, en el que observemos y solo intervengamos cuando el bebé o niño nos mire, ya en ese momento nos está dando una señal de su necesidad o deseo de interactuar con nosotros.
Todos los niños son diferentes. No se compare con nadie. “La Niñera Perfecta”, no existe. No hay un estándar de cuidado que sea igualmente beneficioso para todos los niños del mundo. Lo que sí es real, es que su niño o niña es un ser humano, capaz de aprender y que está comunicándose constantemente usando todos sus sentidos.
“Los bebés y niños pequeños están en nuestras manos, hagamos que ellos sean el futuro, dándoles el cuidado y la infancia que se merecen.” — Prof. Nidia Sanchez-Rico