¿Tu niño o niña de corta edad tiene rabietas en público? Yo sé una que otra cosa al respecto.
Amor, protección y límites. Es la trilogía perfecta. Por sobre todas las cosas deseamos manifestar el amor que sentimos hacia nuestros niños y en consecuencia, los protegemos de todo aquello que pueda hacerles daño, hasta de ellos mismos. Lo que a veces olvidamos, es establecer límites. Estos no tan sólo son saludables sino necesarios para el desarrollo de nuestros niños en ambientes familiares, sociales y de comunidad. Los límites tienen como finalidad definir acciones, actividades, conductas, que no están permitidas y/o están prohibidas en cualquier tipo de ambiente en la que los niños se desenvuelvan.
¿A quién no le ha pasado alguna vez que en el supermercado, su niño se antoja de por ejemplo dulces con color artificial/químicos y cuando le decimos que no, empieza a llorar, gritar y a patalear? A esto se suman las miradas inquisidoras de muchas personas y empezamos a experimentar sentimientos negativos dentro de nuestro ser. Esto es lo que me gusta llamar la “Triple Pena”, (1) ver a nuestro niño “sufrir”, (2) sentir las miradas de otros juzgándonos y (3) dudar de nuestra propia capacidad de hacer lo correcto por nuestros niños.
Mi consejo es que no deje que ninguna de estos tres tipos de pena se apoderen de usted. ¿Cómo? Póngase usted en los zapatos de su niño quien: tiene toda su vida expresando cualquier emoción negativa con llantos, no tiene muchas palabras en su vocabulario y a su vez está empezando a experimentar nuevas emociones. Recordemos que los niños aprenden de todo lo que nosotros hacemos. Mientras más compasión les demos en esos momentos difíciles, más compasión tendrán ellos para con los demás y ellos mismos. Deles un tiempo para procesar sus emociones, eso les ayudará a crecer como seres independientes, mental y emocionalmente más sanos.
El segundo paso es obviar las miradas inquisidoras de muchas personas. Los niños pequeños expresarán sus sentimientos en lugares públicos o privados. Por lo que he aprendido a sonreír, respirar profundo y no dejar que el estrés me afecte. En varias ocasiones he usado el humor y he dicho: “todos tenemos nuestros días ¿quién no se ha levantado con el pie izquierdo?”, o “está llorando porque se dio cuenta de que aumentaron el kilo de papas”. Cabe destacar que es importante resguardar la integridad física de nuestro niño y también de todas las cosas y personas a su alrededor durante y después de una rabieta.
El tercer y último paso es uno de los más importantes: debemos entender, comprender, internalizar y de verdad creer que todos estamos haciendo lo mejor que podemos en ese momento para satisfacer las necesidades de nuestros niños y ayudarlos a crecer en comunidad, como seres amados, independientes y emocionalmente capaces de lidiar con la vida. Si ayer usted no sabía qué hacer cuando su hijo tenía una rabieta, no se auto-castigue. Eso fue ayer. Hoy, usted ha buscado los recursos disponibles para aprender. Mañana, estará mejor preparado. Puede que le tome unos cuantos intentos poner en práctica lo que hemos discutidos hoy, pero no se desanime. Nadie nace caminando, todos empezamos de cero y vamos progresando conforme vamos aprendiendo. Usted está en el camino correcto: Infórmese, prepárese y viva la vida un segundo a la vez.